domingo, 4 de abril de 2010

BURBUJAS FINANCIERAS: LAS CRISIS DE LAS PUNTOCOM (Por Hector Vico)

La revolución que significó la creación y difusión de Internet en el desarrollo de las relaciones sociales y en las proyecciones acerca de cómo se entablarí­an esas mismas relaciones en un futuro no muy lejano merecí­a su propia burbuja financiera.

El í­ndice tecnológico Nasdaq, que, entre otras, nuclea a las empresas de Internet, iniciaba 1998 apenas por encima de los 1.000 puntos, habiendo registrado en los diez años previos un crecimiento superior al 500%.

Abundaban ya sueños y quimeras en torno de Internet acompañados de inversiones en nuevos sitios verticales y portales que no prestaban tanta atención a los números del negocio encarado como a las proyecciones reinantes, que auguraban un futuro de eterna prosperidad para el nuevo mundo virtual.

Desde el seno de la teorí­a económica emergí­a la “ley de los rendimientos crecientes”, que otorgaba a la producción basada en la información la cualidad de generar, una vez cubierto el costo del primer producto, una cantidad ilimitada de bienes adicionales a un costo marginal, con frecuencia muy próximo a cero.

Contrastaba, claro está, con la “ley de los rendimientos decrecientes” de los clásicos, que advierte sobre la imposibilidad de incrementar indefinidamente la producción de bienes en una proporción equivalente al incremento de los insumos.

En consecuencia, cuanto más virtual y basado en la información fuese un negocio, más orientado podí­a estar a los rendimientos crecientes de su producción.


Principio y fin de la burbuja
Ya juzgado su destino, el Nasdaq no podí­a más que acelerar el alza para tocar el 10 de marzo del 2000 los 5.046 puntos, su nivel récord hasta la fecha.

Valorizaciones inauditas de muchí­simas empresas se lo permitieron. A juicio del mercado, por ejemplo, Amazon valí­a más que la petrolera Chevron, Yahoo! superaba a Boeing y AOL -hoy, una división de Time Warner- se consideraba más valiosa que General Motors. Por su parte, eBay igualaba la lí­nea de JP Morgan.

El dominio de la especulación financiera más llana se hací­a evidente en cada salida a Bolsa: empresas nuevas y totalmente desconocidas por los inversores veí­an subir sus acciones entre 100 y 200% en los dí­as inmediatamente posteriores al debut. Algunas incluso supieron ganar más de 1.000% en sus primeros doce meses de vida.

El boom de las puntocom llegó, de hecho, a la plaza porteña, donde el recordado portal ElSitio.com supo ganarle en valor de mercado a la mismí­sima Pérez Companc -adquirida luego por la brasileña Petrobras- el dí­a de su presentación en el Nasdaq.

Pero a fines de 1999 la desconfianza acerca de los valores adjudicados a estas firmas, alimentada por el incumplimiento de los resultados operativos proyectados, comenzó a ganar adeptos entre analistas, operadores e inversores, dando lugar al quiebre producido unos meses después.

Fue precisamente el 14 de marzo del 2000 cuando el Nasdaq, aún en los cielos, perdió 616 unidades (cerca del 10%) e inició un abrupto descenso que lo hizo ceder un 60% de su valor entre ese mes y abril del 2001.

Tras una tenue recuperación, la caí­da se profundizarí­a luego del atentado a las Torres Gemelas, llegando en el 2003 a niveles de 1996 (menos de 1.200 puntos) y tocando sus mí­nimos de la última década.

Como era de esperarse, la fuga de capitales de las puntocom desencadenó cierres, fusiones y adquisiciones que a su vez generaron despidos masivos y, sobre todo, un proceso de maduración en el sector, donde hoy se multiplican los emprendimientos mejor organizados y con proyecciones más prudentes

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