domingo, 9 de mayo de 2010

NO NECESITO A NADIE QUE PIENSE COMO YO (Por Antonio Pascual)

Uno de los errores que más frecuentemente cometemos todos aquellos que nos enfrentamos a diario con nuestros equipos de trabajo, con nuestros colaboradores habituales, es el de no saberlos valorar de una forma eficaz y pragmática. La presión, las circunstancias, factores que nos envuelven, nuestra propia comodidad nos llevan a sobrevalorar la actitud de quienes acaban diciéndonos lo que queremos escuchar y evitar, cuando no detestar, a aquellos que lo cuestionan todo; que confrontan sus -¿estúpidas?- ideas con las nuestras; que no son capaces de intuir con aguda perspicacia las inteligentes decisiones que hemos adoptado, en muchas ocasiones sin consultar con nadie y sin recapacitar lo más lógicamente posible, descartando de forma objetiva las demás opciones que se puedan presentar, -¡memos!-; que disponen siempre de una actitud negativa sistemática.

Y es que, el ser humano, cuando dispone de poder delegado –es decir, refrendado por alguien con más poder-, no es demasiado proclive a entender otros puntos de vista diferentes, a la oposición, al conflicto de ideas, a la discusión, a las alternativas, como herramientas de las que servirse para alcanzar cotas superiores de eficiencia profesional. Parece como si al escucharlas corriéramos el riesgo de tener que adoptarlas y eso fuera a mermar nuestra imagen ante quienes nos delegaron las funciones que debiéramos ejecutar de la forma más eficaz posible. También parece que, al aceptar otros puntos de vista distintos al nuestro, estuviéramos perdiendo parte de nuestro poder al frente del equipo. Olvidamos que, precisamente, esa es una de las funciones más importantes de un líder eficaz y efectivo: escuchar a su equipo y elegir la mejor opción posible.

Los mejores líderes son los que realmente son altamente efectivos y siempre ha sido y será que la mejor opción se obtenga de varias mentes pensando a la vez en busca de un objetivo común que haciéndola una sola. El líder vale lo que los sumandos del equipo que lidera y le apoyan. Entenderlo significa alcanzar el éxito, los objetivos. No hacerlo es un fracaso en tanto no se obtenga la mejor de las opciones posibles e, incluso, aunque la elegida haya sido buena siempre y cuando no fuera la mejor.

House, en su particular búsqueda de los mejores integrantes para su nuevo equipo, se ve obligado a realizar descartes. Lo hace con su estilo un tanto peculiar. En lugar de despedir a nadie, confirma a los que se quedan. Eso implica un refuerzo emocional importante para cada uno de ellos cuando recibe su rosa o ¿peonia?. Hay que fijarse que entre los que reciben su confirmación –seis- se encuentra un aspirante que le llegó a golpear, en medio de una discusión; otra aspirante que hace trampas para desconcertar a una compañera, ya es sabido que para llegar a la cima vale casi todo; pero todo eso a nuestro peculir líder le resulta poco relevante.

Finalmente es Henry quien no la recibe justificando la actitud del doctor con una frase terminante: No necesitas a nadie que te diga lo que estás pensando. Recordemos que Henry no está titulado en medicina, si bien sus conocimientos están a la altura de los demás, incluso por encima, pero su actitud es la que siempre ha dispuesto y le ha permitido llegar hasta donde lo hizo: previsible, ya que actúa con absoluta lógica heredada del conocimiento de las actuaciones de cuantos ha ido aprendiendo a lo largo de su carrera. De ahí que siempre acabe pensando lo mismo que House y, el televisivo doctor, lo que realmente precisa es verse rodeado de personas que le digan lo que él no se imagina, lo que a su mente lógica se le está escapando. Un equipo en brainstorming continuo, capaz de generar alternativas e ideas a la par que ser efectivos en el desarrollo cotidiano de sus funciones.

Lo que hace distintos a unos profesionales de otros es la capacidad de generar, de pensar, de imaginar, de aportar, de innovar. Los buenos técnicos, en cualquier materia, se convierten en individuos mediocres en tanto no son capaces de ofertar un plus diferencial frente a los que, siendo igualmente buenos técnicos, sí que son capaces de realizar aportaciones enriquecedoras en pos de la excelencia. Por eso, ellos, son brillantes y los otros no dejan de ser mediocres que, según la Real Academia de la Lengua Española, es de calidad media.

Nuestras empresas, nuestros proyectos, nuestros equipos de trabajo sólo alcanzarán la excelencia en la medida en que nosotros sepamos rodearnos de componentes brillantes, con sus características personales, sus formas de ser y de actuar, sus ventajas y sus inconvenientes, y, sobre todo, en la medida en que estemos dispuestos a escuchar todo lo que de disonante respecto a nuestras opiniones nos hayan de decir sin pensar en sí su idea, su opinión, va a agradarnos o, por el contrario, nos molestará.

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